“Las chicas buenas val al cielo y las malas a todas partes”, que decía Mae West. Pero en cuestiones profesionales -y sin importarnos el género-, lamento comunicarte querida Mae que quienes van hacia el éxito son las buenas personas.
Y los menos buenos se quedan, efectivamente… en otras partes.
Y es que, contrariamente a lo que la mayoría siempre ha considerado cuando de trabajo o negocios se trata, no son ni los tiburones, ni los más avispados, ni los que mejor se venden, ni los que siempre velan por sus propios intereses, ni los que usan/manipulan a los demás en su propio beneficio, los que alcanzan el éxito profesional, aunque en una primera mirada -o primera etapa- pudiera parecerlo ( y cierto es que ese primer vistazo nos lleva a pensar que éste prototipo de persona siempre “gana más” y “llega más alto”). Pero no.
Son precisamente los tildados de “cándidos” o “buenazos”, porque suelen anteponer las necesidades de los demás (o del producto/servicio) a sus intereses personales, los que se sienten más a gusto dando que recibiendo, y a quienes con frecuencia se les “ningunea” o no promociona/respeta aún necesitándoles porque “como no piden, para qué darles…”, los que llegan finalmente a lo más alto de la cúspide del éxito profesional.
(Nota: siempre dando por hecho que buenazos o avispados parten de la misma capacidad intelectual y profesional).
Un tema curioso, sorprendente y alentador, para quienes creemos que un sitio lleno de buena gente es el que dará siempre los mejores resultados. En cualquier caso, no lo digo yo, sino un tipo muy interesante cuyo libro confío llegue a la mayor cantidad de personas posibles. Hablo del talentsolucionador Adam Grant y su libro Dar y recibir. Por qué ayudar a los demás conduce al éxito (Gestión 2000).
Los 4 ingredientes del éxito
Para Adam, hay tres cosas en común que tiene toda persona de éxito: motivación, capacidad y oportunidad; es decir, si quieres triunfar en lo que sea necesitas una combinación de trabajo duro, talento y suerte (es esto último discrepo, ya lo trataré en otro post). Pero él añade un cuarto factor, que a menudo se pasa por alto: “el éxito depende en gran parte de cómo abordamos nuestras interacciones con los demás. En el trabajo, cada vez que interactuamos con otra persona, nos vemos obligados a elegir entre intentar conseguir el mayor valor posible, o contribuir con nuestro valor sin preocuparnos por lo que recibamos a cambio”.
Psicólogo de organizaciones, Sir Grant (el título se lo concedo yo por ser tan grande) lleva más de 10 años estudiando estas elecciones (recibo o doy, básicamente) en empresas que van desde Google a instituciones militares, y ha llegado a esta conclusión: la gente presenta dramáticas diferencias en sus preferencias de reciprocidad, es decir, “en su combinación deseada entre dar y recibir”. Habría tres tipos de personas en el trabajo:
1. Receptores: les gusta obtener más de lo que reciben. Ponen sus intereses por delante de las necesidades de los demás. Creen que el mundo es un lugar competitivo donde los unos devoran a los otros, y que para alcanzar el éxito tienen que ser mejores que los demás. Para demostrar su valía se promocionan a sí mismos y procuran que sus esfuerzos reciban los elogios que se merecen. No son crueles ni despiadados (aunque de haberlos, entran en esta categoría), sino cautos y con un gran instinto de autoprotección.
2. Donantes: son una raza relativamente excepcional. Prefieren dar antes que recibir; están centrados en los demás y prestan atención a lo que otros necesitan de ellos. Estas preferencias no tienen nada que ver con el dinero: los receptores y donantes no se distinguen entre sí por lo que puedan donar a obras benéficas o el sueldo que paguen a sus empleados. Se diferencian por su actitud y sus acciones para con los demás. El receptor ayudará a los demás estratégicamente cuando los beneficios qué él obtenga superen los costes personales. El donante ayudará siempre que el beneficio para los demás no exceda sus costes personales. O que ayude sin esperar nada a cambio. El donante se esforzará por ser generoso y donar su tiempo, energía, conocimientos, habilidades e ideas con quien pueda beneficiarse de ello.
Nota: esta actitud es la que normalmente se usa en las relaciones de pareja o personales (como padres, amigos…), pero la menos común en el entorno laboral.
3. Equilibradores: quienes se esfuerzan por preservar el balance entre dar y recibir. Operan basándose en el principio de la justicia: cuando ayudan a los demás se protegen a sí mismos porque buscan reciprocidad. Cree en el dicho “donde las dan las toman” y sus relaciones están basadas en un intercambio igualitario de favores.
Lo normal es que actuemos con cada uno de estos tres roles en distintos momentos de nuestra vida profesional, si bien -según Grant- desarrollamos uno con mayor fuerza.
And the winner is…
Ya expuestos estos perfiles, el talentsolucionador nos pregunta: ¿quién crees que presenta más posibilidades de acabar en el peldaño inferior de la escalera del éxito?
Si respondes que el donante… ¡Bingo! Punto positivo por acertar. Varias investigaciones demuestran que los donantes, al beneficiar a los demás sacrifican su propio éxito, que ganan un 14% menos dinero, y tienen el doble de riesgo de ser víctimas de crímenes (bueno, esto es muy made in Usa)… Ok. Pero, si los donantes ocupan el peldaño inferior de la escalera del éxito, ¿quién está en la cima? ¡¡Pues también los donantes!! Son quienes están más abajo, y también quienes están más arriba. Y en el medio, tierra de nadie, los receptores y equilibradores. En palabras de Adam, “los donantes son quienes presentan más posibilidades de ser los campeones, no sólo de ser los más bobalicones”.
¿Cómo es esto posible?
Ahhh… si sigo contando destripo su libro y no es mi intención, pero sí despertarte las ganas de leerlo. Si sientes que, como donante, estás a medio camino entre felpudo y campeón, Sir Grant te da las pautas para lograr claramente alcanzar la segunda posición. Entenderás también -atentos CEOS, empresarios y directivos- porqué cuando un receptor gana, siempre hay alguien que pierde, pero que cuando gana (obtiene un puesto, se le contrata, asciende… etc.) un donante, ganan todos (efecto dominó). Porque, como reza el subtítulo del libro, ayudar a los demás conduce al éxito. Y yo añadiría que la/os chicas/os buena/os siempre ganan y ojalá -poco a poco- estén en todas partes (y entornos laborales).
¡A por una semana de 10!