Leía el otro día el libro del periodista y coach Borja Vilaseca Qué harías si no tuvieras miedo (Conecta), y además de parecerme muy recomendable (hace un dibujo muy interesante sobre cómo se comportan las empresas del “pasado” y las que tienen futuro), daba unas cifras que me impresionaron sobremanera. Si bien no hay que tomárselas al pie de la letra, dan claras señales de la realidad socio-económica-emocional de este país.
Ahí van algunas, para empezar fuerte.
-El 75% de los empleados (¡75%! las exclamaciones son mías) se levantan los lunes por la mañana con “resignación e indiferencia”a la hora de afrontar su jornada laboral. Principalmente porque “no les gusta” lo que hacen y se dedican ” a cumplir con lo que les toca”.
-Casi el 80% de la población activa española sostiene que la empresa para la que trabajan les trata “como máquinas y números”.
-El 80% de los empleados afirma que su jefe ejerce un “liderazgo egocéntrico y autoritario”, orientado excesivamente a lograr resultados en el corto plazo.
-El 62% de los trabajadores afirma que su jefe “los controla constantemente” y les impide gozar “de libertad y autonomía”.
-El 63% de los asalariados españoles dice que le incomoda el “mal ambiente” que se respira en su empresa y entre sus propios compañeros de trabajo. Y que este se debe “a la falta de apoyo y comunicación”, así como a las “envidias y rivalidades”.
Uf. Echemos freno que se está dibujando un panorama laboral desolador. Y la realidad no es para tanto. Hay empresas maravillosas que se preocupan y cuidan a su gente a la par que cuidan sus beneficios (creo que lo pongo en todos mis posts pero insisto: ambos están relacionados: gente más feliz = más productividad y entusiasmo= más beneficios); existen jefes alucinantes con los que aprender y crecer, que confían, delegan y empoderan; y por supuesto, existen compañeros inestimables que acaban convirtiéndose en amigos.
Pero… si por un casual entras en algunos de los porcentajes de ahí arriba y notas un “nosequé” parecido a la angustia, desazón, apatía, inquietud o sufrimiento, quizá vaya siendo hora de que tomes las riendas de tu vida laboral. También puede suceder que no estés mal, ni tu compañía tampoco, pero percibes que tus intereses profesionales discurren por otro camino; o quizá vivas bajo la amenaza constante de despido, cierre o ERE, y ya no te interesa seguir sufriendo esa desmoralizante presión; puede que te guste tu trabajo pero te haya “tocado” en suerte un mal jefe y se te acabaron las alternativas; o quizá sientes que has crecido profesionalmente y que tu empresa se te queda ya pequeña, por lo que deseas abrirte nuevos horizontes y buscar un lugar donde desarrollar tus talentos a pleno rendimiento. O quieres explorar mundo, investigar nuevas vías, cruzar charcos.
El despido interior
Sea cual sea tu caso (puedes combinar), el momento de que practiques tu “despido interior” es ahora.
Sí, sí. He dicho despido. Autodespido mental, para ser más exactos. Tienes que echarte a ti mismo de la empresa en la que estás, pero en la que ya no deseas estar. Es un fácil ejercicio de visualización: imagínate que entras en el despacho del director/a de RRHH, te sientas delante, con serenidad, y le presentas tu dimisión. Y además, amablemente (ey, eso es importante) le explicas las 10, 15 o 20 cosas por las que has decidido dejar ese trabajo. Qué gusto ¿eh? (reconócelo, no pasa nada… nadie nos lee 🙂 ).
¿Por qué funciona?
Porque te obliga, precisamente, a pararte a pensar en las razones por las que ya no quieres seguir ahí, lo cual a su vez empieza a darte pautas y señales de lo que sí querrás encontrar (por comparativa) en el próximo sitio al que vayas a trabajar; hallarás referentes de lo que has de buscar, porque es lo que te hará sentir bien, en tu próximo trabajo. Es el primer paso para el control de tu destino laboral. Cuanto más detallada y trabajada esté esa lista, mucho mejor. ¿Quieres crecer? ¿Cambiar? ¿Sentirte feliz? ¿Realizado? ¿Darlo todo? ¿Encontrar tu sitio? Hay que empezar por conocerse y dialogar con uno mismo. Es imprescindible tomar las riendas de nuestro propio destino, y no dejar que sean otros -ni el azar- los que decidan por ti. Y a partir de ahí eliminar miedos y barreras para dar los pasos correctos hasta hallar el lugar en el que encajamos como un guante, o como una pieza de puzzle. Sí, soy idealista al respecto, pero sólo porque conozco cada vez más casos de personas que en un momento dado se autodespidieron de lo que hacían para contratarse en lo que deseaban hacer.
Beneficios colaterales:
1. Este despido interior, con su análisis previo, puede darte la confianza y autoconocimiento necesarios para plantear a la empresa una salida adecuada para tí, en la que todos ganen. Cuando las cosas se hacen, comunican y exponen de un modo civilizado, lo normal (si tu jefe/director RRHH son a su vez civilizados, claro) es llegar al entendimiento. Expón tu situación desde el positivismo, la argumentación. ¿Cuál es el peor de los escenarios? Que te digan que no. Pues aún así, tú ya has ganado, porque has experimentado lo que significa estar fuera de la zona de confort, ¡y has sobrevivido! Te dejo aquí el enlace de un buen artículo de una talentsolucionadora a la que tengo mucho aprecio, Eva Collado Durán, que precisamente explica que “Nada crece en la zona de confort”. Además, piensa que la empresa en la que ya no encajas también se merece tener a alguien comprometido, o que funcione según sus parámetros. Lo que para ti ya no sirve puede ser lo que necesite o haga feliz a otra persona.
2. En el caso de que se te adelanten y te despidan, aunque en el momento de comunicártelo posiblemente te enfadarás, indignarás o llorarás (dependiendo de tu forma de ser lo exteriorizarás de una forma u otra), a la media hora post drama sentirás liberación. Total, ¡por algo te habías despedido mentalmente a ti mismo hacía meses! Aunque parezca que esa persona que te tachó de la lista tiene el control de tu futuro laboral, en verdad esa decisión ya la habías tomado tú antes, así que el control de tu vida profesional siempre fue tuyo (recordar eso es importante para no sentirse descolocado y huir de victimismos). Por eso, nada de rencores. Es más, toca agradecer (también internamente, ¿eh?) porque a veces uno necesita una patada en el trasero para comer la primera palomita (para entender esto, paséate por este post).
Nota: Despedirse internamente no significa, nunca, jamás, bajar el rendimiento ni trabajar menos mientras sigas allí. Porque si algo tienes que demostrarte a ti mismo es que te merecen y te necesitan en otra empresa mejor, o aquella que se adapte a ti, o la que tú quieras montar. Y al demostrártelo a ti mismo se lo demuestras a los demás. Profesionalidad y responsabilidad, siempre. (En este otro artículo, “¿Buscas nuevo empleo?” puedes encontrar información también útil al respecto).
Y como dice mi querido Juanjo Azcárate, “en esta vida ni miedo, ni pereza, ni vergüenza”. No hay que temer dar pasos hacia la consecución de nuestros sueños, ni vergüenza si por ello te toca salirte de lo establecido (defíneme “normal”…), ni pereza para hacer todo lo que esté en tu mano para activar tu sueño.
¡Que se cumplan tus expectativas!
Si estás en este proceso de cambio y autoconocimiento, te pueden ayudar estas lecturas:
-¿De qué color es tu paracaídas?, de Richard N. Bolles (Gestión 2000)
-Serás lo que quieras ser, de Valentín Fuster, Pilar Jericó, Álex Rovira… (Conecta)
-Reinventarse: Tu segunda oportunidad, de Mario Alonso Puig (Plataforma)
-Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí, de Lynda Gratton (Galaxia Gutenberg)