Ayer, navegando por la web de la BBC tras leer una interesante noticia sobre el futuro de los medios de comunicación (os dejo aquí el enlace para quién esté interesado; merece la pena pues hacen un dibujo bastante sensato y factible de hacia dónde nos dirigimos los periodistas y la manera de encaminar nuestro trabajo), encontré otra noticia que llamó mi atención.
Hablaba sobre los daneses; nuestros rubios vecinos del norte que, como ya sabemos por esos estudios y ranking anuales que tanto nos gustan, son las personas más felices del mundo (según otros son los suizos y otro los australianos…).
Lo novedoso es que en esta noticia se planteaban la posibilidad de que la genética tuviera mucho que ver con ello. Y como mi fe en la genética es menor que en la propia capacidad del ser humano de dirigir o aumentar mental y conscientemente su grado de felicidad, decidí echarle un vistazo.
La noticia se explicaba en un vídeo que ya de por sí levantó mis “sospechas”… Todo era sol, jardines, parque de atracciones y gente sonriente paseando en manga corta, comiendo helado… A ver, a ver, rebobinemos. ¿Helado?
Si el buen tiempo en Dinamarca ¡como mucho les dura un mes! Me hubiera gustado percibir esas sensaciones grabadas en otra época del año: un frío que pela, la gente del trabajo a casa sin levantar la nariz del suelo para que no se le congele, y actividad social cero. Vale… Claro que me creo que los daneses son los más felices y escribo desde la envidia insana de quien vive en un país que podría tener muchas condiciones para ser de los más happy , pero que se encuentra en la posición 38 de la lista. Y sí, sé lo que estás pensando: por supuesto este bajón anímico de los españoles tenía (cuando se hizo el estudio) mucho que ver con la crisis y el rescate bancario, pues mientras seis de los 17 países de la Unión Europea habían aumentado bastante su felicidad (los del norte y centroeuropa), en los “rescatados” había disminuído considerablemente (Portugal, Italia, España y Grecia).
¿Qué parámeros se usaron para medir el grado de felicidad?
Seis variantes
1. El producto interior bruto per cápita.
2. Las posibilidades de llevar una vida saludable.
3. El respaldo social.
4. La libertad personal para tomar decisiones vitales.
5. La ausencia de corrupción.
6. La generosidad.
Bueno, menos el punto 1 y el 5 a los que todavía les queda largo recorrido (pon aquí el adjetivo o expresión que mejor te parezca), en todos los demás creo podríamos ser muy competentes, destacando además “muy mucho” en el 6.
Como señala el informe (según un artículo de El Confidencial), “la felicidad es importante no sólo por sí misma, sino porque garantiza una mayor esperanza de vida, ser más productivos, tener sueldos más altos y ser mejores ciudadanos”.
Y ya nos lo vamos mereciendo, ¿no?
La cuestión está en saber si realmente son las concidiones social económicas las que influyen en nuestra percepción de la felicidad, o si es que uno porta esta sensación en los genes y sanseacabó, o hay una mezcla de ambas cosas.
Felicidad, qué bonito nombre tienes…
Aquí es cuando entra en escena la talentsolucionadora y bloguera Sharmi Albrechtsen, quien lleva 12 años viviendo en Dinamarca y se ha especializado en este tema de la felicidad. Según Sharmi (traduzco), “La genética podría ser la clave de por qué los daneses son las personas más felices del mundo, según una nueva investigación de la Universidad de Warwick.
Siempre he dicho que me parece que los daneses tienen menos cambios de humor, y en general un estado de ánimo más estable (algunas personas me han comentado que los daneses les parecen un poco rancios, aburridos y poco mundanos) -esto también lo dice ella, ¡conste! No es mío-. Ahora parece que mis sospechas son correctas; los investigadores dicen que ciertas mutaciones genéticas influyen en la generación de serotonina, que está relacionado con el estado de ánimo. Dicen que los daneses tienen una mutación genética especial que los lleva a tener menos fluctuaciones del estado de ánimo y por lo tanto están muy felices”.
Hum. Este otro comentario me convence más: “El tema es que los daneses no son felices … Pero sí están satisfechos con sus vidas. La felicidad la asociamos a algo espectacular y vibrante, que hace que nuestro corazón lata más rápido, nos brillan los ojos y nos da mucha energía. Es una experiencia fugaz, un sentimiento que se apodera del cuerpo y le da placer. La alegría, por el contrario, se percibe como un poco tibia y sin color, pero también eterna. (…). El estar satisfecho incluso tiene una mala reputación: se asocia con ser perezoso y complaciente, lo que aparentemente impide a las personas crecer y mejorar. Por ejemplo, cuando se les pide a los daneses que digan si les gusta algo, a menudo dicen, ‘ikke sa dårligt. “– No es tan malo”.
Resumiendo: los daneses no son más felices, pero sí están más satisfechos con sus vidas.
Y por mucho que el profesor Andrew Oswald (el responsable del estudio de la Universidad de Warwick) a las pruebas se remita, a mi lo de los genes sigue sin convencerme demasiado. No creo en los inmovilismos. Prefiero confiar en nuestra capacidad de decidir, proponernos y conseguir ser más felices o sentirnos más satisfechos. En cualquier caso, si lo de los genes es verdad… no me parece mala idea que cambiemos ya nuestra mentalidad a mejor para legar a nuestros hijos y nietos un poco de buen rollo.
Qué podemos aprender de Dinamarca
Lo que sin duda nos ayudaría como nación es imitar la buena praxis de aquellos países que hacen sentir a sus ciudadanos la mar de bien. La misma BBC nos da varias ideas de qué cosas puede Copenhague enseñar al mundo. Ahí van algunas de ellas:
1. EQUILIBRIO ENTRE TRABAJO Y VIDA
La familia es un tema muy importante en la vida danesa. Los padres suelen disfrutar de todo un año de baja por maternidad / paternidad (que puede extenderse durante nueve años) y estar pagado hasta el 90%. Además, los subsidios gubernamentales a menudo cubren el 75% de los costes de cuidado de niños de guardería, así como la educación y la sanidad. Culturalmente hay poca presión para trabajar horas extras, permitiendo a la gente conciliar y estar más tiempo para estar con sus familias.
2. CUIDAN LA INFRAESTRUCTURA
Les importa la habitabilidad y tener una infraestructura sostenible. Por ejemplo, Copenhague cuida a los peatones y a los ciclistas (el 40% de los residentes se mueve en bicicleta cada día, y el Gobierno proporciona bicicletas a los habitantes y visitantes de forma gratuita). Además, es obligatorio que todos los edificios nuevos tengan techos cubiertos con plantas y vegetación (los “techos verdes” ayudan a controlar el clima interior del edificio, reduciendo así los costes de servicios públicos y las emisiones de gases de efecto invernadero). Están trabajando para que su energía sea 100% eólica.
3. APOYO AL I+D Y AL EMPRENDEDOR
Se invierte en tecnología médica y de las comunicaciones, apuestan por el diseño y la cultura de colaboración, y la ciudad es sede de muchos eventos para apoyar a los emprendedores, como el inicio de “bootcamps” y concursos para la financiación inicial.
4. CALIDAD DE VIDA
Uno de los mayores factores que contribuyen a la felicidad y la habitabilidad de Copenhague es puramente cultural: sus ciudadanos saben cómo pasar un buen rato a la vez que cuidan el medio ambiente. Copenhague consume alimentos más orgánicos que cualquier otro lugar en Europa, tiene también el número más alto de fábricas de cerveza per cápita y cuenta con más restaurantes estrellas Michelin de lo habitual.
Si aquí a buen vino, buen tapeo y buen comer (cada vez también más orgánico) nadie nos gana; tenemos horas de sol y vitamina D para aburrir; somos sociables, generosos, peleones y solidarios por naturaleza (digo, por genética)… yo diría que la materia prima para ser más felices no nos falta. Y todo lo demás, en nuestras manos está.
¡Feliz semana!