Lo que le falta a Google para que sea una empresa “de 10”

Comenzaré diciendo que, como el 99,9% de los internatutas, sin Google no puedo vivir. Navego miles de horas por su buscador, tengo mi cuenta de correo gmail, hace ya mucho tiempo que Google Maps sustituyó en mis viajes al TomTom, uso (sí, ¡uso!) Google +, comparto mis documentos con Google Docs desde Google Drive y mi teléfono es un Android.

Ah. Y le confío mis recuerdos gráficos a Google Fotos. Y puede que muchas funciones más de las que no soy consciente.
Admiro, me gusta, confío y dependo de Google.

Y por lo tanto, admiro, me gustan, confío y dependo de las personas que trabajan en Google. Es una empresa que concentra un montón de talento por metro cuadrado, entre ingenieros, creativos, diseñadores… Que respira innovación y futuro. Vaya, es LA empresa. La multinacional más innovadora, la más poderosa. La que más falta nos hace. Pero, ¿es también el mejor sitio del mundo para trabajar? Oficialmente, sí. Según Great Place to Work, en el puesto número 1 de Las Mejores Multinacionales para Trabajar en el Mundo 2014 está Google (para Argentina, Brasil, Canadá, India, Japón, EE. UU. En España este estudio no recoge esta empresa, cuya filial es pequeñita). Y el portal Glassdoor, que recoge opiniones anónimas de miles de trabajadores -prácticamente norteamericanos e ingleses- de las empresas incluidas en su ranking (para quienes no lo conozcáis, merece la pena entrar a curiosear en él), también la sitúa en el Top de entre las compañías con más de 1.000 empleados. Por cierto que andan ya por los 50.000.

¿Sus puntos fuertes?
Los que ya sabemos: sus programas de beneficios y servicios para los empleados. Lo que incluye los salarios, seguros médicos, buen servicio de comida, espacios muy chulos…  Y todo tipo de historias e ideas posibles, como sala de masajes, futbolín, pin pon y mesas largas para compartir almuerzo por ejemplo, que ayuden a fomentar un ambiente de trabajo positivo. Ofrecen 5 meses de baja maternal, prestaciones iguales a los padres, seguro de vida para sus empleados (si éste muere, la familia recibe el 50% de su salario durante diez años, y si tiene hijos, 1.000 euros adicionales)…  Tiene infinidad de cosas de las que deberían aprender otras empresas, y por suerte es ya referente para muchas.

Con que la mitad de nuestras empresas españolas respiraran un tercio del espíritu Google, otro gallo cantaría y no seguirían saltando noticias como estas (informe de Steelcase): “los trabajadores españoles entre los más descontentos de su entorno laboral”, “el 62% de los trabajadores españoles no se sienten comprometidos con su empresa” y tantas otras que recojo en este post.

¿Sus puntos débiles?
Lo que también sabemos por algunas opiniones de sus empleados (a las que creo se les ha dado un bombo excesivo): la excesiva burocracia de la multinacional y algunas políticas internas.

En mi caso, la razón de este post no es por tener nada en contra (sería incompatible con el admiro, me gusta, confío y dependo), sino porque creo que le falta algo -que para mí es importante- para que realmente sea la empresa que suba al número 1 de mi ranking. Para que sea una empresa “de 10”. ¿Y qué es lo que le falta? Promover la individualidad y personalidad a sus trabajadores. No solo en lo que hacen, en sus tareas cotidianas (eso presupongo que lo incentivarán, aquí entraría ese famoso 20% del tiempo dedicado a “tus cosas”), sino en la imagen que proyectan de sí mismos.

Me explico: los trabajadores de Google no son trabajadores de Google, son googlers. Un término que en principio nació de entre los propios empleados, por el orgullo que sentían de trabajar ahí, pero que rápidamente la propia empresa ha fagocitado. Es más, los empleados nuevos no son nuevos empleados, sino nooglers o neófitos googlers (la imagen de arriba, que he descargado de la sala oficicial de Noticias de Google, tiene como pie de foto: Un “Noogler” (nuevo Googler) en Nueva York). Bueno, podría ser divertido… si no hubiera este “otro más”: muchos saben e incluso se les denomina por el número que ocuparon cuando fueron contratados. “Ah, sí, ese es el empleado 820”. ¿Perdón? Entiendo que, por la leyenda que en sí misma supone la fundación de Google (Larry Page y Sergey Brin) a los 10 primeros empleados se le recuerde como “uno de los 10 primeros” o “ella fue la empleada número siete”; y quizá extendería el mito hasta los primeros 20, ¿22? Pero más allá de esa cifra… es raro.

-Es tan heavy el esfuerzo y los recursos económicos y de tiempo que invierte Google en seleccionar a sus empleados, hacen tanto hincapié en que solo trabajan con los mejores, miden cada candidato al milímetro, que pareciera una vez son escogidos, elegidos, se espera de ellos que encajen perfectamente en la cultura de empresa (pues para eso han sido testados, milimetrados, evaluados, y considerados aptos a la forma de pensar de la empresa) y formen parte invisible de esa fuerza cuatricolor que está cambiando el mundo. “Si somos capaces de seleccionar a las personas adecuadas desde el primer momento, ello implica que tenemos menos trabajo que hacer una vez contratadas”, dice Laszlo Bock, Vicepresidente Sénior de Gestión de Personas de Google (de quien ahora os hablo, y cuyo reciente libro es que me ha incitado a escribir este post). Tiene sentido, pero también se entiende que el margen de “error” -de no perfección- que puedan permitirse, por todo el tiempo y dinero invertido previamente, es bastante pequeño.
-Por otro lado, o quizá como consecuencia de lo anterior, es como si parte los trabajadores, agradecidos por haber sido seleccionados y  sintiéndose orgullosos de trabajar aquí, depositaran en Google en exceso la confianza de su propio futuro  (¿hay algo más que pueda ponerse en un cv?)  y se valoraran a sí mismos en función de esta cabecera (es Google, no yo, quien abre todas las puertas). Ampararse bajo el paragüas de Google, mimetizarse con el logo.

-‘Hola, soy Raquel Roca, encantada’
-‘Hola, soy Joe Smith*, de Google’
Ah…
*(nombre cambiado para preservar la identidad; caso real y absolutamente extraño porque la presentación sucedió fuera del entorno laboral)
Pensando sobre este momento en retrospectiva, puede que, simplemente, sea una manera efectiva de romper el hielo e iniciar una conversación; en cuanto se menciona que uno trabaja en Google la reacción más común en el de enfrente es que pregunte, asombrado: “¿y cómo es? ¿es verdad todo lo que dicen?”. Ala. Ya tenemos tema 🙂

Bromas aparte, creo que otras empresas tecnológicas que han nacido reflejadas en este gigante, como Twitter (una de mis redes sociales favoritas y a la que le debo tanto), además de adoptar muchísimas de las cosas positivas (poca jerarquización, transparencia, confianza…) también parecen adolecer como empresas de esta falta de personalidad de los suyos, que no solo no parecen potenciar sino que incluso diría evitan. Si tienes una marca personal fuerte (y no eres un megafichaje) umm… ¿te atreverás a vestir nuestra camiseta? ¿a llevar zapatillas y jeans? Y lo más importante: ¿estás dispuesto a que seamos tu segundo apellido o a renunciar al tuyo por el nuestro?

Es probable que esté sacando punta de donde no se puede. No sé si Google será algún día una empresa de 10, si su estado de beta permanente es algo que se lo impedirá -lo cual es bueno-, o puede que ya lo sea; desde luego debe ser lo más cercano que conocemos. Y es más que probable también que entre esos 50.000 trabajadores que tiene haya una gran cantidad que ni necesitan ni usan el paraguas de Google en sus perfiles para reforzar su identidad laboral. Pero no he podido evitar sentirme un poco decepcionada al leer las 454 páginas que tiene el libro de Bock; me han producido tantas emociones positivas como algunas inquietantes, en cuanto que ciertas contradicciones refuerzan esto que estoy exponiendo. Aunque, ya se sabe, cuando uno cree tener la razón en algo busca las maneras de interpretar la información para que concuerden con su creencia.

Así que mejor comentamos cuando lo leas y tengas tu propia apreciación. Porque, eso sí, es un libro que recomiendo leer. Sobre todo si te interesa el futuro del trabajo, estás relacionado con el sector de recursos humanos, trabajas en empresa, tienes personas a tu cargo. etc. Es increíble el nivel de detalle que ofrece sobre el funcionamiento de Google y también la de cosas sensatas inspiradoras que cuenta. Pero… también tiene esas cosas tipo “brrr…”, que chirrían. He puesto el ejemplo de Google porque al estar en la cima de la innovación, a todos los niveles, se echa en falta aún más este punto que comento, pero que por supuesto es algo que sirve en general. La marca personal es un valor que suma y no que resta. Todos, empleados, empleadores, jefes o curritos, es algo que necesitan. Por su futuro laboral (es claro que trabajar en Google abre puertas, pero ¿todas las puertas? ¿para siempre? ¿seguro?) y también por algo más importante: los beneficios emocionales, la posibilidad de trabajar otras perspectivas, descubrir otros matices de uno mismo, expandir otra faceta, etc. que conlleva tener un canal propio de expresión y realización, más allá de la empresa que te sustenta.

Pero es que también beneficia a la empresa. Es vital sentirse orgulloso del lugar en el que trabajas y las empresas han de hacer todo lo que está en su mano para que eso suceda (no hay mejor embajador de una marca que el trabajador), pero la relación es más sana y productiva cuando -al igual que en la de pareja- hay dos mitades de una naranja que se complementan, pero no se pretende que sean la misma naranja en esencia. Una empresa gana cuando valora, pero también empodera, la individualidad (no confundir con diversidad) de los suyos (de todos los suyos) aunque eso signifique que pasen de los jeans (uno de los 10 puntos del reglamento de Google reza “no hay que llevar para traje para ser formal”) porque sí prefiera ser formal llevando camisa y corbata (metáfora/literal). Quizá en empresas como Google no mejorarán con ello el nivel de talento e intelecto con el que ya cuentan, pero subirían unos cuantos puntos la sensación de autenticidad y libertad interna. Y eso, acaba siempre retornando sí o sí de modo positivo en la empresa.

Me quedo con esta reflexión que hace Laszlo Bock en el libro, muy acertada: “El número creciente de profesionales y emprendedores con talento, movilidad geográfica y motivados exige esa clase de entornos. En las próximas dos décadas las personas mejor dotadas y más trabajadoras del mundo gravitarán hacia lugares donde puedan encontrar un trabajo con sentido y ayudar a modelar el destino de sus organizaciones. Pero el argumento también es moral y está enraizado en la máxima más simple de todas: trata a los demás como desearías que te trataran a ti”.

Y, añadiría: no olvidemos que “la perfección es una pulida colección de errores”, que decía Benedetti.

Dicho esto, gracias Google demás compañías tecnológicas -y a todos aquellos que trabajáis en ellas- por hacer mi propia vida profesional mucho mejor y más fácil.

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