¿Tienes el control de tu muerte digital?

Hay temas que guardamos bajo tres llaves en nuestro interior. Que no mentamos por si el solo hecho de hacerlo pudiera atraerlo de algún modo. Temas que nos incomodan, de los que no queremos oír ni hablar. Y menos aún leer. Que nos provocan rechazo porque nos remueven, asustan. Que hacemos como si no existieran hasta que nos pillan de cerca y, cuando así ocurre, la costumbre hace que encerremos con candado lo que nos provoca, las emociones que nos genera.

Yo, al menos, he vivido de espaldas a la muerte. El rey de los temas tabú. El innombrable. Un asunto al que no se presta atención cuando uno se siente lleno de vida; algo que “le ocurre a los demás”; que es preferible no mirar para no verlo, y quizá si no lo vemos sea porque no existe… No sé que relación tienes con la muerte, cuán abierto o cerrado a ella -a hablar de ella- estás. Puede que hayas decidido que ésta es la última línea que lees, o estés animado a seguir unos cuantos párrafos más. Para mí es un tema que, hasta hace muy poquito, ni siquiera consideraba; jamás podría haber imaginado que acabaría tomando forma de post en el blog. No lo saco ahora porque haya tenido un fallecimiento reciente y necesite exorcizar mi tristeza y mis demonios; tampoco lo hago el día después de haber sumado un año más a la vida por estar en crisis existencial (eso lo dejo para las cifras redondas y los cambios de década 🙂 ).

 

Una palabra nueva en la ecuación de la vida

La vida me puso este tema de frente hace unos meses, cuando me llamó mi “socia”, amiga, inspiradora y crack de mi libro, Diana Orero, para invitarme a sumarme desde la comunicación al proyecto Alife: una nueva red social gratuita, que permite reunir a amigos y familiares en torno a un ser querido fallecido para compartir sus recuerdos. Reconozco que cuando me contó de qué iba la cosa, mi primera reacción intelectual fue positiva (el tema me parecía interesante y me apetecía explorar el hueco digital que cubría esta red; me olía a “tendencia”) pero en lo emocional me generó incomodidad. ¿Cómo iba a involucrarme en un trabajo que gira en torno a la muerte, justo ahora que estoy al 100% metida en proyectos que tienen que ver con el futuro (del trabajo, en concreto)? Si me paso el día escribiendo, hablando, comunicando ¡sobre las miles de cosas que tenemos pendientes por hacer! ¡Pura vida! que diría un costarricense. Pero como la curiosidad mató al gato -perdón por la expresión, ahora me paso el día viendo conexiones con el más allá :)- y ésta es inherente a mi profesión, piqué: generamos una reunión con el equipo Free Range Puppies vía skype (su base está en San Francisco; por cierto que en otro post hablaré del virtual work management, muy interesante y necesario en el pow…). Me enseñaron su trabajo como agencia, relacionado con lo social, avalados por un montón de premios… me encantó. Me mostraron lo que tenían del proyecto Alife, y me enganchó. Conocí a los otros socios, la startup Lideralia, y me gustó cómo planteaban el tema de la financiación, su entusiasmo, ilusión. Detrás había mucho curro, tecnología, creatividad, diseño y, sobre todo, humanidad.

 

Al fin y al cabo el futuro del ser humano pasa por morir. Ay. Ya lo he dicho.

El proceso de mirar mi propio futuro metiendo en la ecuación la palabra muerte no ha sido fácil. Es curioso como a gran parte del equipo que estamos trabajando en esto nos ha removido y sacudido de algún modo por dentro. Reconozco que más de una noche he estado en vela dándole vueltas. Desde lo emotivo, elucubrando de vez el cuando con ese “qué pasará cuando ya no esté…”, pero que en seguida -en mi caso- ha derivado hacia lo práctico: ¿Qué necesito dejar resuelto? ¿Cómo puedo facilitar la vida a los míos si eso pasa?..  Y al hablar de esto y tomar decisiones también he trasladado la conversación a la familia: sin fiesta pero sin drama. Sigo pensando -como hasta hace unos meses- que Hades, Osiris, Tánato, Anubis y el resto de la cuadrilla pueden esperarme sentados. Tengo mucho future (of work, of life) por delante y millones de cosas que hacer, comunicar, disfrutar. Ahora, si pasa (que uno no puede fiarse de las Parcas)… prefiero que me pille preparada porque me niego a dejar ningún marrón a los míos. Debemos ser responsables de nuestra muerte física, sin duda. Pero yo además, como “animal digital” que soy, también quiero responsabilizarme de mi muerte virtual. Esta es una de las cosas que más me gustan de Alife: es pionera en este campo, algo que dentro de poco ya no nos sonará tan extraño.

Control de la muerte digital

Alife -como he escrito sobre ella- “es una plataforma que se adelanta a una necesidad cada vez más acuciante en esta era tecnológica, como es la de dar cobertura emocional a la muerte, desde el respeto e inteligencia digital”. Y dentro de la inteligencia digital, porque la tecnología ya lo permite, está el tener el control de nuestra muerte digital: ¿qué quiero que pase con mis perfiles de las redes sociales? ¿Quiero que se queden congelados, en una especie de inmortalidad extraña (e incluso dolorosa para otros) o prefiero que los cierren y desaparecer como si nunca hubiera existido en Internet? ¿Quién asumirá esta responsabilidad y tomará la decisión? ¿O mejor la tomo yo misma y designo un “heredero” que gestione mis cuentas virtuales en función de mis deseos? ¿Me siento cómoda pensando en que se borre de la red toda mi existencia, todo lo que he generado o me da ya igual porque total, no voy a estar para verlo? Hummm…

Gran dilema, que aquellos que seáis activos digitalmente hablando, seguro compartiréis.

 

Tengo el caso cercano de mi querido tío, fallecido hace ya unos años, cuyo perfil cada x meses me salta en LinkedIn para que le valide sus aptitudes 🙁 . No le dio tiempo a tomar el control de su muerte digital y no pudo dejar las claves de sus cuentas ni por supuesto tampoco trasladar qué hubiera preferido pasara con sus perfiles. Al igual que a él, es algo que le sucede a muchas personas. Se van dejando los asuntos digitales sin cerrar.

 

LinkedIn, cuando me pide que valide a mi tío, me recuerda que todavía estamos a por uvas en esto:

1. No estamos psicológicamente preparados para pensar en nuestra muerte digital. Si le damos la espalda al tema en off, cómo vamos a preocuparnos por ello en la on.

2. No somos conscientes de la importancia que tiene el tomar el control de nuestra muerte digital; aunque no sea por nosotros mismos. Es una p_____ o un marrón para los que “se quedan”. Si nos preocupan sus emociones/sentimientos en vida, también debieran preocuparnos tras nuestra muerte.

3. A las redes sociales actuales “esto” se les queda muy grande. Es normal, las RRSS  (Facebook, Twitter, Pinterest…) están pensadas para los vivos, no para gente fallecida. Pero nos morimos, todos los días. Y como cada vez hay más gente en las redes sociales cada vez hay más muertos en las mismas. Dicen que a Facebook “se le mueren” 200.000 usuarios cada año. De ahí que acabara haciendo el apaño de convertir la cuenta de los fallecidos en “memorial” -si se solicita, claro-. Pero las cifras auguran que para dentro de unas cuantas décadas tendrá más usuarios fallecidos que vivos, con lo cual con tanto perfil “memorial” va a parecer más un camposanto virtual que otra cosa. Twitter y LinkedIn ni siquiera ofrecen una alternativa fácil actualmente.

Por eso, ¿hay algún sitio donde pueda centralizar toda mi información digital, donde pueda construir mi propia “caja” online de recuerdos, donde colgar las fotos, los textos, los mensajes, el legado, que me apetezca dejar a los míos, a quienes quiero? ¿Un espacio agradable, especialmente diseñado para ello? ¿Un lugar en el que, dentro de muchos años, puedan entrar mis bisnietos y saber mejor, en detalle, como era su bisabuela?  Es por ello que me encanta esta segunda fase que tendrá Alife, en la que podremos construir nuestra propia Linea del tiempo en vida para dejar asi el legado emocional (y también intelectual) a los nuestros.

 

Compartir suma pero también resta

Me atrae inevitablemente esa parte futura, pero la belleza de esta red social es, precisamente, la utilidad con la que se lanza en esta primera fase, centrada en el presente: permite reunir a amigos y familiares en torno a un ser querido fallecido, y compartir los recuerdos a través de imágenes, textos, vídeos… Contribuyendo así a homenajear a esa persona que fue importante en nuestras vidas y cuyo recuerdo queremos mantener vivo, además de facilitar el proceso de duelo de quienes le quisieron. Me permito (con el permiso de Diana), compartir una carta suya que resume tantas cosas, tantas emociones que provoca la muerte, y que al ser ella una de las fundadoras de Alife, creo le concede a la red toda legitimidad.

 

Perdí a mi madre cuando tenía 14 años. A esa edad  acababa de estudiar en física que la energía ni se crea ni se destruye, que se transforma; así que me resultaba evidente que mi madre -que era pura energía- se había transformado en ángel.  La única diferencia entre los otros “niños” y yo, es que ellos tenían a sus madres cuando llegaban a casa y yo la tenía en “todas partes”. Supongo que esa visión de la muerte me ayudó mucho a superarlo, pero estoy segura  de que lo que en verdad me ayudó fue la actitud de mi padre ante la vida. Y ante la muerte.  Cuando mi madre murió, mi padre dijo algo que me marcó: que había un montón de cosas que ya no podíamos hacer con la mamá pero que podíamos hacer por la mamá, y ese pequeño cambio de preposición supuso un cambio de vida: mi padre al recordar tanto y tan bien a mi madre me ayudó a mí y a mis hermanos a transformar ese profundo hueco que había dejado en una huella aún mayor.

 

Mi padre también decía que “la muerte es una mierda, y que justo por eso sirve de abono para la vida.” Y mi vida “volvió a ser abonada” 19 años más tarde, cuando  tenía 33 y mi padre “decidió mudarse a un ático en el cielo con mi madre” y me di cuenta de que a lo largo de nuestra vida nos enseñan a ganar cosas: buenas notas, premios, dinero, etc… pero nadie nos enseña a perder. Y cuando pierdes te das cuenta de lo que realmente importa. Y lo importante de los recuerdos no es recordarlos, sino crearlos, y cuando ya existen, compartirlos. Estoy convencida de que la muerte es profesora y que su gran lección es que el dolor compartido duele menos y que el amor compartido se siente más. Por eso, junto con un grupo de emprendedores, hemos creado ALIFE un lugar que facilita compartir esos recuerdos y reunirlos para poder acudir a ellos cuando la soledad y el olvido ataquen… Porque el dolor compartido es menos y el amor compartido es más”.

Por ello, para mantener vivos los recuerdos de quienes queremos aunque ya no estén, nace Alife. Y para hacer mucho ruido y llegar a cualquier parte del mundo sumando en esta iniciativa del no olvido a cualquier persona, el 21 de julio 2015 promoveremos el movimiento social #1MMemories, con el objetivo de que 1 Millón de personas compartan en las RRSS la
foto de su ser querido. Quienes sientan empatía por el proyecto y tengan una persona a la que quieran homenajear, pueden compartir ese recuerdo con el hashtag #1MMemories en Twitter, Pinterest, Facebook. Recuerdo que por cierto acabará en las manos de Barack Obama… Pero esa es ya otra historia.

No puedo añadir más con mis propias palabras ni mi propia experiencia, por lo que las cojo prestadas:

“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.

La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”
François Mauriac

Nos encontramos en las redes.

¡Feliz semana!

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