Dicen que las armas las carga el diablo y yo diría que ciertas herramientas online también. Que tienen una parte oscura, algo siniestra, que pueden obsesionarnos y apelar a nuestros peores sentimientos. Hablo especialmente de aquellas que “nos invitan” a descubrir quién nos ha dejado de seguir en una red social, tipo unfollowers.com, twentyfeet, unfollower.name, etc. Es cierto que tienen otras utilidades, muy buenas para el control y gestión de la propia red social, pero todos acabamos “picando” en ver quién ha sido el desgraciado que ha decidido dejarnos colgados. Y sí, hay unfollows que duelen…
Nos duelen los que no entendemos, los que no esperamos, claro. Porque hay otros que según ves el perfil del personaje que hay detrás, no sorprende lo más mínimo… Esos son los “cazaseguidores”: te sigo para que me sigas, y si no lo haces, te dejo de seguir. Mal entendido el concepto de red social y de comunidad.
Pero en el caso de los inesperados, aunque sea 1 caso entre miles, esos nos “pican” en el coranzoncito dospuntocero que todos los usuarios de redes sociales tenemos.
Cuando sucede, generalmente se pasa -en cuestión de micro segundos- por estas dos fases:
1. Pensamiento reflexivo: “anda, y éste porqué…”, “qué raro”, “¿qué se habrá tomado mal?” “¿será algo que he dicho?…”
2. Acción-reacción: “pues ala, yo también dejo de seguirte a ti”. Y click, pulsas botón de unfollow a su vez.
Que tire la primera piedra a lo Brian quien no haya hecho esto alguna vez. Ahí está: nuestro rencor vengativo ha aflorado y hemos reaccionado a nuestros instintos más primarios. Vendetta instantánea, como todo lo 2,0.
Ojo por ojo. Unfollow por unfollow.
Es un mal típico de Twitter, porque otras redes, como Facebook o LinkedIn intentan suavizar o disimular esto, prometiendo que la otra persona no sabrá que has dejado de seguirle; y cuesta más averiguarlo. En Twitter no solo es fácil, sino que parece un deporte nacional. Lo peor, además del juego de cifras para arriba y para abajo que supone, es que no sirve absolutamente para nada, y nos hace caer en la trampa de las emociones mal gestionadas.
Digo que no sirve para nada porque estas herramientas -o las propias RRSS- no vienen acompañadas de un mini cuestionario en el que la persona que “te abandona” pueda explicar el porqué. Como en las hojas de devoluciones de las compras por catálogo u online, debieran dar la opción de poder contestar a cinco o seis respuestas:
a. No me aportan información de interés sus tuits.
b. Ha escrito algo que me incomoda.
c. No encajo en su comunidad.
d. No me ha seguido…
Porque si no sabemos porqué alguien deja de seguirnos, ¿qué utilidad tiene? No podemos hacer nada para mejorar, o entablar una conversación con esa persona, quizá dialogar sobre qué ha pasado, en el caso de que la persona en cuestión nos interese. Estas herramientas descubre unfollowers solo sirven para que nos llevemos un disgusto (también instantáneo y breve en el tiempo) y para que practiquemos la venganza. Si además esa persona que abandona nuestra red nos aporta información de interés o calidad, dejar de seguirla porque ya no nos sigue también nos convierte en un “cazaseguidor”, ¿no es así? Por no hablar de cuántas veces uno -como ser humano que es- puede dar al botón equivocado, o cualquier otra cosa. La naturaleza de las redes sociales reside en la conversación, en aportar, en compartir, en generar comunidad. Y la salida de alguien de esa comunidad también debiera poder pasar por esa parte humana del diálogo, de la interacción. Libertad total para seguir o dejar de seguir, eso siempre, pero mejor desde lo racional que desde la emotividad o el despecho.
El poder de los favoritos
Esas pequeñas estrellitas de Twitter que iluminan de amarillo nuestro Timeline cuando alguien las pulsa, o el de otro cuando las pulsamos nosotros, son mucho más importantes de lo que parecen. Al igual que el Like de Facebook o el Recomendar de LinkedIn, es la manera de decir “estoy aquí”, “te escucho”, “me importas”, “me gusta lo que dices”, “gracias”. Son la alegría, la expresión de los sentimientos positivos, una manera excelente de empoderar al otro. El complemento perfecto al retuit. Sin el mismo alcance, pero igualmente necesario. Porque retuitear o pulsar favorito tiene su sentido y su momento; cada uno sabe cuándo y porqué hace una cosa o la otra. Sin embargo, no todo el mundo favoritea con frecuencia. Incluso he oído alguna vez que tener muchos favoritos es sinónimo de debilidad. What?! Yo creo que lo único que dice de alguien es que escucha y que le importan los otros.
Cuando veo algún perfil con muchos seguidores pero que sigue a escasísima personas, y tiene casi cero favoritos (ofrecidos), no puedo evitar pensar que usa la red como canal unidireccional y no bi o multidireccional, que es para lo que están construidas. Que son simplemente altavoces de sí mismos. Y bueno, el monte del Olimpo ya está bastante poblado entre egobloggers y celebrities. No sé lo que puede significar tener decenas de miles de seguidores, pero conozco bastantes personas que las tienen y se las arreglan perfectamente para interactuar, ser amables, escuchar y generar comunidad. Piensan en quién está al otro lado del hilo. De la red. Además, hay infinidad de herramientas (incluyendo las propias listas de Twitter) que ayudan a gestionar la comunidad para no sentirse sobrepasado. Libertad total para dar o no dar a favoritos, eso siempre. Pero no desestimemos el poder emotivo de las estrellas en el -a veces grande y un poco frío- universo online.
Feliz semana.