No recuerdo si se lo escuché decir a alguien, si lo leí en algún libro o formaba parte de esa sabiduría popular que queda inmortalizada en las paredes de un bar y se graban sin querer en la memoria. El caso es que la frase rezaba lo siguiente: “quien no sabe descansar, no sabe trabajar”.
Sensato el concepto y sano el consejo. Así que estoy absolutamente de acuerdo y en estas líneas va mi oda al verano y a las vacaciones, que poco a poco para todos se alejan. La cuestión está en que, con bastante frecuencia, es precisamente cuando uno descansa cuando acuden a la mente las mejores ideas.
Me gusta pensar que en nuestra bonita lengua castellana hay términos que nacen como consecuencia o reflejo de otros. Como le ocurriría a la palabra INSPIRACIÓN:
- Acción de introducir aire u otra sustancia gaseosa en los pulmones.“la inspiración es una de las fases de la respiración; en la inspiración los pulmones se hinchan y provocan la dilatación de la caja torácica”
sinónimos: aspiración antónimos: espiración - Estímulo o lucidez repentina que siente una persona y que favorece la creatividad, la búsqueda de soluciones a un problema, la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto, etc., especialmente la que siente el artista y que impulsa la creación de obras de arte.
Nos inspiramos cuando inspiramos. Cuando metemos aire en nuestros pulmones en calma, sintiéndonos en paz. Cuando la ausencia de estrés, de ruido ambiente y de prisa permite a la mente trabajar de otra manera, generando nuevas conexiones neuronales, a veces más ricas y creativas, porque uno se permite imaginar, jugar y crear.
Así que, sin intención de contradecir a Picasso (“cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”) sino más bien de complementarlo, creo positivo promover o buscar la manera de encontrar -más allá del periodo vacacional y de los fines de semana- momentos de microdesconexiones laborales individuales o colectivas propiciadas por la propia empresa que nos permitan, precisamente, aportar valor extra a nuestro trabajo. Suena dual, pero de lo que se trata es de salirse de vez en cuando de la rutina, del entorno (más aún si los espacios físicos no acompañan precisamente a la creatividad… lo cual es todavía bastante frecuente si bien por suerte esto va cambiando) y de las presiones de la entrega “de lo inmediato” o de los objetivos trimestrales, para poder ver el bosque más allá de los árboles; para encontrar soluciones que a veces están delante; para permitirnos crear e innovar pensando más en el “a medio o largo plazo”; para concebir ideas -que no tienen porqué ser cuantitativas o de resultados económicos inmediatos- que sean buenas para el conjunto de la empresa y no solo para uno mismo.
Cuando un trabajo te gusta, te gusta de verdad, de algún modo el hilo conector siempre está ahí, y es más fácil inspirar e inspirarse. Pero aún en ese caso la cotidianidad, lo urgente y los conflictos habituales de cualquier trabajo pueden ahuyentar a las musas a cientos de kilómetros. Y si se entra durante demasiado tiempo en sequía creativa (y conste que todos los trabajos, del tipo que sean, requieren o mejoran con la creatividad) se puede pasar a un estado de apatía, opresión o quemazón en el que lo que motivaba va perdiendo brillo… hasta saber a latón.
El desencanto -porque la falta de creatividad oculta en verdad falta de libertad- es además virus altamente contagioso, con lo que se corre el riesgo de pandemia y que la empresa acabe enferma. Y una cultura empresarial enferma no hay doctor en RRHH que la levante.
Inspiración y transpiración -como sugería el señor Edison- siempre, que es lo que además nos permite entrar en estado de flow; pero de vez en cuando inspiración y respiración, también, porque es lo que nos anima a pensar en global, a autorealizarnos, a retomar, a mirar con vista de halcón, a imaginar, a conectar con ese genio que llevamos dentro y a conectar con la genialidad de los otros.
¡Feliz semana!