Feedback facial: cuando sonríes, el mundo sonríe contigo

Oh when you’re smilin’ when you’re smilin’
The whole world smiles with you
Yes when you’re laughin’ when youre laughin’
The sun comes shinin’ through

But when you’re cryin’ you bring on the rain
So stop your sighin’ baby and be happy again
Yes and keep on smilin keep on smilin

And the whole world smiles with you

Louis Armstrong

Mucho mejor… Cuando sonríes, el mundo te sonríe; sonríe contigo.

Con esa sabiduría eterna de Louis Armstrong (por cierto que para sonrisas, la suya) que tuvo la amabilidad de dejarnos en forma de bellísima canción, se pone melodía y ritmo a un estudio científico cuyo nombre -al menos para mí- suena también muy bien: la Hipótesis del Feedback Facial o Teoría de la Retroalimentación Facial.

 

No es la primera vez -y confío en que tampoco la última- que escribo sobre la importancia de la sonrisa (aquí podeís leer mi post ¿Una buena manera de atraer fortuna? Sonreír), pero retomo este tema porque últimamente confluyen muchos factores que me empujan a hacerlo. Hace unos días estuve hablando precisamente sobre una sonrisa en particular, la de @Evacolladoduran, durante la presentación de su libro “Marca eres tú” (muy recomendable para iniciarse en el mundo de las RRSS) en el que participo como epiloguista. En mi intervención, mencioné lo necesario que es -como hace Eva- mostrar las emociones y sentimientos también en el 2.0, pensar en lo humano que hay detrás de las nuevas tecnologías, tener empatía, abrir los canales de comunicación…. Y no hay mejor llave para abrir las puertas que la sonrisa (a través de una imagen, o vídeo, pero también por escrito en un mensaje, con un símbolo, etc).

 

Justo al día siguiente asistí a un muy interesante evento, 100% en sintonía conmigo y mi libro Knowmads. Los trabajadadores del futuro: el
I Encuentro Knowmad organizado por tkmHUB. Un encuentro en Málaga en el que confluimos cerca de 90 personas, y en el que entre otros ponentes muy interesantes, estuvo el
Dr. Manolo Castillo.  Manolo -me permito tutearlo- además de hacernos reír mucho y de dejarme atrás en la lista de personas capaces de hablar muy rápido, nos recordó a todos los asistentes la cantidad de beneficios para la salud que tiene el sentirse bien, el sonreírle a la vida. ¿El más importante? Mejor dicho, ¿la consecuencia final de toda la cadena de beneficios? Los repartidores de feedback facial positivo tienen bastantes más años de vida que los face-amargados. Ojo: las sonrisas cínicas no cuentan.

Uno de los estudios que presentó Manolo fue ERP Evidence For Self-expression Effects on Face Processing, que se puede encontrar en la web de Oxford University Press, y que me gustó especialmente porque había unas investigadoras españolas detrás: Alejandra Sel y Beatriz Calvo Merino, de la Universidad Complutense de Madrid. Y como en general hacemos tan poquito caso a estas personas que desde la sombra nos ayudan a entendernos mejor como seres humanos, cosa que necesitamos como respirar, desde aquí va mi pequeño agradecimiento a su labor. Y gracias Manolo por recordarnos la importancia de la risa; que no es tema ni banal ni light ni lleva condición de género femenino, sino que es clave para todos, al facilitarnos un presente y futuro mejor.

Gracias por recordanos que merece la pena pasear siempre por el lado soleado de la vida.

Volvamos a la Hipótesis del Feedback Facial, que tiene más de un siglo, y que fue elaborada por el talentsolucionador Silvan Tomkins. Básicamente vinculaba los movimientos musculares de la cara con la generación de emociones. Es decir, que además de sonreir cuando nos sentimos felices (la emoción provoca el gesto), el hecho de generar e incluso “forzar” una sonrisa aún no sintiendo inicialmente una emoción positiva, hará que nos sintamos mejor (el gesto provoca la emoción). Por supuesto, lo mismo pasa con las emociones y los “caretos” negativos: fruncir entrecejo, curvar labios hacia abajo… fomentan que acabemos enfadados o tristes. Parece ser que el uso consciente de nuestros músculos faciales influyen en cómo nos sentimos. 

 

Y lo que es igual de importante: por extensión, afectamos a cómo se sienten aquellos que nos están mirando.

Hay dos motivos:
1- Las emociones son contagiosas: La Universidad de Harvad en un estudio llegó a la conclusión de que cuando una persona está contenta -y lo muestra- la gente de alrededor tiene un 25% más de probabilidades de ponerse también contento.

2. Efecto de las Neuronas Espejo: Otro estudio, en este caso de la Universidad de Dakota, demostró que la mitad de la gente devuelve la sonrisa a un extraño, cuando éste le ha sonreído previamente. 

Ya nos lo ha cantado Armstrong: Cuando sonríes, el mundo sonríe contigo.

 

De ser cierta la hipótesis de Tomkins -sus detractores tiene- es un gran alivio pensar que podemos mejorar nuestro estado de ánimo sencillamente usando nuestro cerebro, que además de ser el que interpreta de manera racional el estímulo de fuera (y por lo tanto determina la sensación que nos provoca: gusto, disgusto…) es también el que da la orden al cuerpo: “venga, los 12 magníficos (tal es la cantidad de músculos que usamos al sonreir aunque algunos la cifran en 26; la verdad es que da un poco igual) a trabajar, que hoy estamos alicaídos”. Voilà! Sonreímos, y al cabo de un ratito, nos sentimos mejor. Y además, hacemos sentir mejor a los que nos rodean.

 

¿El precio apagar de tanto derroche de felicidad?

Más arrugas nasogenianas (por algo conocidas como “arrugas de la risa”) y aumento de las patas de gallo. Lo menciono porque precisamente para intentar corroborar esta teoría de Tomkins, el científico Andreas Hennenlotter de la Universidad de Múnich ha hecho experimentos inyectando botox en el rostro de algunos voluntarios. ¿Sus conclusiones? El bótox cambia la forma en que el cerebro humano responde a las situaciones emocionales. Es decir, no solo paraliza los músculos, sino que también te “bloquea” el cerebro. Y, ejem, van más allá: el uso de botox afecta a aspectos de la cognición humana, como es la comprensión del lenguaje. Los estudios (aquí os dejo un enlace por si os interesa el tema) sugieren que el botox puede frenar la capacidad de entender las emociones de los otros, y que la represión de los signos externos de la emoción disminuye también nuestra capacidad para procesar las emociones propias. Descubierto todo esto, que ni podía imaginar, ahí va mi consejo: si alguien está decidido a inyectarse botox, mejor que lo haga solo en el entrecejo por aquello de bloquear el cabreo y el mal rollo, y deje a sus patas de gallo vivir en paz; quiero decir, vivir en felicidad.

Que tengáis una feliz semana.

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