¿Quieres un buen clima laboral en tu empresa? Entonces, confía.

He aquí otra palabra comodín: “confianza”.

Tan llena y tan hueca según el uso -real o ficticio- que le otorga cada empresa. Aparece en muchos manuales de Recursos Humanos, está en boca de los dirigentes y es un reclamo de todo trabajador. Sin embargo su uso en entorno profesional es mediocre tirando a malo, porque nunca hemos entendido en toda su complejidad de qué va esto de confiar. La aplicación más común suele ser como “método de extorsión”; de mega jefe a jefe, de jefe a trabajador, de compañero a compañero, de compañero a becario (a veces, siguiendo este orden descendente de la escalera) el chantaje emocional puede representarse así: “necesito que me entregues este documento/proyecto/loquesea mañana. Sé que eres un buen profesional. Confío en ti”. ¿Perdona? Querrás decir que me has pasado un pedazo de marrón para mañana, ¡y que confías en que lo tendrás resuelto!

Confiar es un concepto mucho más profundo, que nace, crece o lo matamos con las relaciones humanas. Como sólo podemos generarlo desde nuestra humanidad, se sumerge hasta la raíz en lo que somos y cómo nos comportamos en el trabajo. Confianza, es la palabra que todos los expertos en fow (futuro del trabajo) saben será la clave o elemento diferenciador para que una compañía triunfe, o se extinga. Quienes la pongan en toda su complejidad y desde la verdad encima de la mesa de juntas (mejor si es mesa de cowork y accesible para todos lo empleados), tendrán futuro. Quienes la sigan obviando o malusando… probablemente no (digo “probablemente” para suavizar porque estoy usando el imperativo en vez del condicional, que sé es tiempo verbal más digerible por lo que tiene de hipotético. Pero entre tú y yo, probabilidades de buen futuro, cero).

¿Qué significa confiar?

Definición 1
Tener la impresión u opinión firme de que alguien o algo será o se desarrollará según sus expectativas, por buena fe o intuición más que por pruebas materiales de ello: confiar en un amigo.

Definición 2
Poner una cosa o persona importante o preciada bajo el cuidado o la custodia de alguien que se considera fiable: confiar la educación de un hijo a un tutor.

¿Por qué esto, que entendemos tan bien en los contextos familiares o de amistad, nos resulta tan lejano en lo profesional? ¿Qué tipo de entornos laborales enfermos hemos construido para haber dejado fuera la palabra confianza, tan imprescindible en nuestra propia supervivencia como especie? ¿Por qué nos da tanto miedo mostrar nuestra humanidad? Quizá sea porque confiar pasa por delegar, por regalar, por dar, por mostrarse, por enseñar, por ser vulnerable, por dejarse ayudar. Significa no vigilar. Que no es lo mismo que cerrar los ojos y mirar para otro lado. Es cerrar los ojos y descansar, porque sabemos que esa otra persona nos va a sostener (y sí, sigo hablando de trabajo).
Es saber que esa persona lo va a hacer de la mejor manera posible, entre otras muchas cosas porque:

– se le han dado las herramientas y los conocimientos necesarios para ello (por poner el básico).

– no se le vigila el proceso de trabajo (el cómo lo hace) sino los resultados del mismo.

– nadie le dice lo que tiene que hacer, sino que se le aportan ideas, sugerencias, acompañamiento.

– sabe que si mete la pata o se equivoca no se le señalará con el dedo ni culpará, sino que se le ayudará a mejorar (lo cual por cierto también ayuda bastante a que las personas sean más creativas e innovadoras al perder miedo a fallar o ser castigados).

– porque le conocemos

Quizá el último punto sorprenda, pero es que la confianza solo aflora de verdad cuando nos permitimos conocernos. Y qué difícil resulta conocerse en el trabajo cuando la mayoría deja sus emociones, verdades y sentimientos en la puerta. Nos creemos más profesionales al “separar” vida laboral de vida personal, cuando lo único que estamos haciendo es dejar de ser “personas” para ser profesionales a medio gas. Además de mentirnos a nosotros mismos… Con demasiada frecuencia escondemos o protegemos una parte de nosotros (en este caso la vida personal) porque el entorno laboral en el que estamos nos resulta hostil, extraño, frío, agresivo o nos hace infelices, de ahí que “prefiramos” no mezclar. Pero… seamos sinceros: ¿de verdad somos capaces de desconectar a las 17:30 h. (cuando se nos cae el boli) o a las 21:30 (cuando tiramos el boli) y no volver a pensar para nada en el trabajo? Y cuando estoy en el curro, ¿ni por un momento se me cruza una idea / pensamiento/ problema o algo que tenga que ver con mi vida personal? Ya… pues eso.

Ojo. No se trata de ir contando nuestra vida/problemas por ahí, sino de construir relaciones auténticas con los demás, por el sencillo hecho de ser nosotros también auténticos (lo que incluye tener debilidades) ya que no hemos tenido que dejar nuestra “humanidad” a buen resguardo en un armario de casa. Ni tenemos que adoptar un personaje falso para contentar a otros o encajar en un sistema determinado. Nos llevamos a cuestas con todo lo que somos -porque nos gustamos y respetamos- allá donde vamos. Y eso por supuesto incluye el lugar donde más horas pasamos al día.

¿Qué aporta la autenticidad?

Cuando uno trabaja en lo que le gusta, en un entorno que le satisface y llena de energía, rodeado de personas que le suman y no restan, no necesita disfrazarse o encubrir nada (o casi nada… que el nivel de “rarismo” es difícil de medir, también es verdad). Puede sentirse emocionalmente relajado. Y por lo tanto concentrarse más. Ser más efectivo. Menos animal político. Más empático. Más auténtico. Cuando una persona es auténtica y lo transmite, genera a su alrededor más autenticidad. Es tan contagioso (científicamente demostrado) como las sonrisas. Qué gusto da encontrárselas por el camino y tener la suerte de que formen parte de tu ecosistema vital.

Como dice Fredric Laloux en su estupendo libro Reinventar las organizaciones (Arpa): “la confianza es el secreto de la colaboración productiva y alegre. Pero es difícil que ésta aflore cuando todos se esconden, en algún grado, tras una máscara profesional. No sólo perdemos productividad; en un nivel más profundo nuestra humanidad se siente traicionada por las relaciones superficiales que sostenemos cuando no nos comprometemos con los demás en niveles importantes. Si anhelamos lugares de trabajo donde haya confianza, si deseamos relaciones profundas, ricas y significativas, debemos mostrar más de nosotros mismos”.

¿Por qué habríamos de anhelar mostrar más de nosotros mismos?

Pues porque “mientras más sabemos del recorrido de otra persona (cómo es, cómo se encuentra…) menos posible resulta desconfiar de ella o no apreciarla”.

Esto que acabo de escribir, si te detienes en ello, coincidirás conmigo en que es una pasada: cuanto mejor nos conozcamos, menos desconfiaremos, más nos apreciaremos, mejor nos trataremos. Si nos tratan bien, correspondemos. Si tratamos al otro como nos gusta que nos traten a nosotros mismos, igualamos y rebajamos los egos (causa de tanto mal, hace ya mucho que escribí sobre ello). Si la correspondencia y el tratar bien se extienden (sabemos son actitudes contagiosas), mejoramos el clima laboral de una empresa. Solo tenemos que abrirnos, interesarnos por el otro. Preguntar, escuchar, empatizar.

¿Cómo podemos implementar esto en una organización?

Laloux nos ofrece algunos ejemplos de cómo hacerlo (a través de empresas que se toman muy en serio la confianza y por lo tanto la felicidad de sus trabajadores, así como la cuenta de resultados: a todas les va como un tiro) que son tan sencillos… que dan ganas de reír o llorar. Joe, si es que mira que somos complicados.
Lo técnica que usan estas empresas es la narrativa oral. Sí, como lo lees. Transcribo lo que nos cuenta:

Narrativa oral en la empresa

“Cuando los equipos no colaboran bien, en muchas empresas se ha puesto de moda realizar actividades para afianzarlos. Ir a jugar a los bolos todos juntos puede ser una pausa divertida en el trabajo, pero esas actividades generalmente son “más de lo mismo”: se mantienen en la superficie y no fomentan de verdad la confianza o comunidad a un nivel más profundo. Estas actividades carecen de los elementos centrales que usamos para crear comunidad desde el principio de los tiempos: la práctica de la narración oral (derivo aquí hacia un post sobre la importancia del storytellig). Hemos olvidado el poder que tienen los relatos para unirnos”.

Se trata de compartir oralmente para construir relaciones profesionales en torno a personas, y no solo en torno a las tareas; en torno a las almas, y no solo en torno a las funciones. Cuando se consigue hacer eso, no hay momentos de estrés ni crisis que rompan la unidad entre los compañeros, y por lo tanto se mantiene sano el buen clima laboral.

Ejemplos (pequeña muestra, hay mucho más):

– SOUNDS TRUE (empresa de servicios para el cambio  de otras compañías): cada reunión comienza con un minuto de silencio para ayudar a las personas a conectarse consigo mismas, y después se invita a compartir oralmente cómo se sienten (gratitud, entusiasmo, ambición, frustraciones…). Lo cual es genial porque si viene alguno cabreado -por ejemplo- reconoce su sentimiento (“me sentó mal tu email de ayer”) y el simple hecho de exponerlo hace que la tensión desaparezca.

– ESBZ (escuela de Berlín): hacen cada viernes por la tarde lo que llaman “reunión de elogios”, en la que estudiantes, profesores y staff se reúnen durante una hora para elogiarse y darse las gracias, compartiendo alguna historia que haya pasado esa semana y por la que quieran agradecer. La narración oral, además de quitar vergüenzas (todos somos humanos, con nuestras brillanteces, debilidades y miserias, da igual el cargo que se ostente o se tenga), mejora la empatía y cercanía. Hay que ser valiente para elogiar a alguien en público, pero quizá por eso salen de allí grandes profesionales.

– OZVISION (empresa de Internet japonesa): cada mañana hacen una rápida sesión llamada “bueno o nuevo”, en el que comparten algo nuevo (sobre lo que está trabajando, que han leído en el diario o de su vida privada) o bueno (acontecimiento que sea importante para él, ya tenga o no relación con el trabajo). Ellos también tienen por cierto el “día de gratitud”, en el que la empresa les da 200 euros (a cada trabajador) para que ese día no trabajen y lo usen para comprar un regalo a alguien (amigo, familiar, compañero…). El único requisito es que al día siguiente cuenten oralmente en qué y para quién se lo gastaron, y qué recepción tuvo el regalo. Guau.

Sé lo que estás pensando (bueno, tú quizá no): menudos hippies.

No recuerdo a quién oí hace poco (creo que fue la semana pasada en el II Summit The knowmads Hub, que estuvo repleto de buena gente; de mentes, personas y contenidos brillantes) decir a uno de los ponentes: “hasta hace no mucho si hablabas de felicidad en el trabajo te miraban como si fueras un hippie descerebrado, pero ahora ya lo hemos interiorizado y nos parece una aspiración habitual y deseable. No hay compañía seria que no se lo tome la felicidad en serio”.

Pues con esto, lo mismo.

Situar la palabra confianza en el centro del modelo de negocio no es naif ni buenismo, sino el principio de algo mucho más grande, más sostenible, más rentable, más profesional y desde luego -comparado con el sistema laboral actual-  mil veces más agradable.

Si quieres tener un buen clima laboral en tu empresa, confía. Just humans being…

¡Feliz semana!

Guardar

Sígueme

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies ACEPTAR

Aviso de cookies

Pin It on Pinterest

Share This