Dicen que Nietzsche tenía en la pared de su despacho una frase que decía «Vive peligrosamente». Cuando le preguntaron la razón, cuál era su significado, contestó: «lo tengo para acordarme, porque tengo un miedo atroz». Grande, ¿no? Y es que, ¿quién no tiene miedos? ¿Quién no se ha sentido alguna vez paralizado ante el cambio? ¿Quién no ha sentido vértigo? ¿Quién no se ha visto obligado –o ha querido obligarse a sí mismo– a elegir entre lo confortable y seguro frente a lo desconocido?
A menudo, cada vez más, escuchamos «no tengas miedos». Es poco realista. Creo que experimentar miedo incluso es positivo porque te despierta. Te pone en alerta, te hace sentir incómodo y entonces te obliga a hacer algo para quitarte de encima esa sensación. Tener miedo es humano, pero pelear por superarlo está en nuestro ADN desde que nacemos, sólo que se ha quedado adormecido. O lo hemos adormecido hasta que las cosas han dejado de ser tan fáciles. Lo que está claro es que hace unos años este tema, la gestión del cambio, ni se mentaba y ahora es la preocupación del momento. Y me parece muy bien: cuanto más hablemos sobre ello, más lo normalizaremos.
Por ello me gusta, siguiendo con el filósofo alemán, su teoría de que todos tenemos la posibilidad en esta vida de ser un transhombre (prefiero esta traducción de Übermensch a otras, como superhombre o sobrehombre, pues todo lo trans- va acorde a nuestros tiempos, como el concepto de narrativa transmedia aplicada a las empresas por ejemplo). ¿Y qué es un transhombre? Una persona capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder.
Es decir –quitando todo el peso religioso que él da a su obra y simplificando mucho la cosa–, alguien que no se deja manipular por lo que el entorno considera conveniente y toma sus propias decisiones porque sabe que la última –y probablemente mejor– decisión está en su mano.
Cada uno tenemos el mando de nuestras vidas para hacer on u off. La llave que abre o cierra. Tanto de nuestras emociones como de nuestras acciones.
El punto está en que, aun siendo conscientes muchas veces de que lo bueno para nosotros puede ser X, o de que la realidad que se nos avecina nos empuja a modificar nuestra mente o actitud, es nuestro propio temor al cambio el que nos impide vivir peligrosamente; entendiendo peligrosamente como vivir haciendo lo que consideramos mejor para nosotros mismos porque nos realiza, todo ello mezclado con un poquito de carpe díem (vive cada momento de tu vida como si fuese el último), de conciencia plena (siente y disfruta lo que sucede en cada momento de ese día) y de realismo fow: con los ojos puestos en el future of work ¡aunque sólo sea para asegurarnos de que tendremos trabajo! Mejor si lo hacemos pensando en obtener un buen trabajo.
¿Toca arriesgar si decides vivir peligrosamente? Sí, y tanto. Y a veces sale rana. Pero, si el precio es hacernos sentir vivos y dueños de nuestro destino, merece la pena intentarlo.
Porque si tú controlas, decides, eres el que mueve ficha, te conoces (más o menos) y has incorporado a tu vida una mentalidad superamiedos, cuando el revés llega a tu vida (y siempre llega) en forma de acontecimiento inesperado o no planificado, como despidos, ERE, fusiones, absorciones, cierres, robótica… sabes que tú tienes el mando para activar la forma en que ese hecho te hace sentir y que en tu mano está también darle al botón de siguiente casilla.
Y convertir así la incertidumbre en oportunidad. Porque además, no nos va a quedar más remedio.
(Extracto libro #knowmads)