Artículo originalmente publicado como Firma Invitada en el suplemento Retina (El País)
Te pido disculpas de antemano porque me gustaría pedirte algo osado. Algo que va en contra de nuestra “naturaleza laboral”, pues es algo que llevamos practicando muchos, muchos años… En los países latinos somos muy de celebrar. Festejamos cualquier cosa, tendemos a compartir buenos deseos, a darnos ánimos. Nos gusta felicitarnos. Curiosamente, el lugar en el que con mayor frecuencia nos felicitamos o damos ánimos, es en el trabajo.
Y no precisamente para decirnos lo bien que hacemos las cosas: la falta de visibilidad y reconocimiento es uno de los principales motivos por el que las personas desean abandonar su actual puesto de trabajo (como el 35% de las personas encuestadas por Globoforce Workforce Mood Tracker), además de ser el segundo gran factor que causa burnout laboral (estudio Brun & Biron), lo que junto con el alto número de trabajadores que se irían por un mal jefe (sobre esto hay muchos estudios para escoger)… da bastante que pensar sobre lo regular tirando a mal que aún seguimos haciendo las cosas.
¿De qué nos felicitamos en el trabajo entonces? Nos felicitamos todas las semanas… cuando llega el viernes. Nos “animamos” y consolamos cuando estamos de lunes. “Qué duros son los lunes”, “Ánimo, que ya queda menos para el fin de semana”, “Venga ¡que ya es viernes!”, “¿Y tú, que vas a hacer este puente, y en las vacaciones de Navidad, y en las de verano, y en las del año que viene…?”. Vivimos profesionalmente deseando no vivir; o al menos no vivir de martes a jueves, porque empezamos la jornada el lunes deseando que llegue ya el viernes. Asociamos in/conscientemente felicidad a los días marcados en el calendario como festivos. Algunas personas por desgracia lo sienten y desean de verdad (cuántos temas nos quedan por solucionar: sueldos precarios, malas condiciones laborales, flexibilidad mal entendida y gestionada, escasez de oportunidades para los jóvenes, desigualdades de género…), otros tan solo lo decimos de boquilla, como una frase hecha que forma parte de la jerga y conversación informal laboral.
Felicidad = cuando no curro. Con lo cual, trabajar = infelicidad.
Sorprendentemente o no, la transformación digital está ayudando a que a nos duela cada vez menos levantarnos los lunes para ir a trabajar. Porque la Transformación Digital va de PERSONAS. Las empresas que tienen futuro serán las que sepan combinar la palabra Digitalización con Humanidad.
En este siglo XXI tecnológico, veloz, cambiante e incierto, las organizaciones están obligadas a cambiar y adaptarse continuamente si quieren sobrevivir. Ello significa que tienen que adoptar nuevos modelos de negocio, nuevos servicios o productos, nuevos procesos y formas de trabajar, e incluso nuevas maneras de relacionarse con sus clientes, proveedores y demás stakeholders, lo que por supuesto también incluye nuevas maneras de relacionarse con sus trabajadores.
Hablar de trasformación digital de las empresas tradicionales hace referencia a un proceso donde a los productos o servicios habituales se añaden componentes digitales que modifican su naturaleza para dotarles de mejores prestaciones; en otras palabras, consiste en la hibridación de productos físicos + servicios virtuales, de la conexión de productos, servicios, cosas y personas de forma inteligente (movilidad, Internet de todas las cosas, la nube, conectividad, etcétera), que modifica la naturaleza de los productos y los servicios.
Pero en verdad, lo digital abarca un concepto de transformación mucho más grande y completo: la transformación digital supone el avance de las empresas tradicionales a empresa con futuro: más flexibles, ágiles, abiertas, transparentes, redárquicas, innovadoras, creativas, y humanas.
La productividad aumenta cuando nos sentimos bien con lo que hacemos (realización), entendemos para qué lo hacemos (tenemos un propósito y estamos conectados con el propósito de la empresa), pero también nos gusta con quién (entorno) y cómo lo hacemos (modelo organizativo).
Surgen nuevos puestos en Recursos Humanos (por cierto que en algún momento el nombre de este departamento también debería evolucionar) como el Chief Employee Experience, que indica que vamos por el buen camino.
A su vez, cada vez más profesionales (empujados en este caso por la forma de pensar de generaciones más jóvenes) estamos entendiendo que lo que importa es disfrutar del camino, y no esperar a llegar al destino final. Entre otras cosas, porque el entorno cambiante en el que nos ha tocado vivir –y que irá a más, pues como sabemos el cambio que marca la tecnología es exponencial- no puede ya proporcionarnos la seguridad de que llegaremos al destino tal y como nos gustaría/nos lo imaginamos.
Conviene ir desprendiéndose de la necesidad de apego, dependencia y seguridad, para familiarizarse con otros términos como son la autogestión, transformación (también individual) e inestabilidad, pues nos guste más o menos, nos ha tocado vivir y trabajar en lo que acertadamente Zygmunt Bauman llamó modernidad/ sociedad líquida, todo ello enmarcado para más inri en la Economía Digital. Eso sí, recordando que a la vez es imprescindible por parte de Gobierno y empresas dotar de dignidad a la parte de debajo de la Pirámide de Maslow. Porque hay mínimos que todavía no tenemos cubiertos (como salario o pago digno y proteger los derechos de los colectivos profesionales).
Toca adaptarse constantemente por el camino. Estar aprendiendo continuamente. Tener una mente flexible. Desarrollar competencias digitales. Medir por resultados y no por procesos. Ser proactivos. Autogestores. Compartir. Colaborar. Sumar. Personalizar. Humanizar. Toca adquirir una mentalidad knowmad, de la que espero pronto podamos hablar.
Pero sobre todo hoy toca -si me lo permites y así lo quieres- no volver a felicitarnos porque se aproxime el viernes o lamentarnos porque asome el lunes.
1. Porque tenemos la gran suerte de, sencillamente, ser, estar. Qué pena saltarse el regalo que es cada día.
2. Porque la composición de nuestro entorno actual es también (absolutamente) nuestra responsabilidad.
3. Porque si dibujamos un mejor presente, mejor será el futuro que podremos alcanzar.